Hasta marzo de 2020, llevaba 15 años viviendo entre Barcelona y la bahía de San Francisco. Mis principales clientes, socios y personal cualificado trabajan y viven en el Silicon Valley. Desde marzo, las grandes empresas han cerrado sus oficinas y muchas no volverán a abrirlas hasta después del verano de 2021 o incluso hasta el año 2022. Así que todo el mundo trabaja desde casa, cosa que ya pasaba hace muchos años porque los colapsos de las autovías 101, 280 y 85 son recurrentes y continuos. Sin embargo, los eventos y las visitas son únicamente virtuales desde hace un año aproximadamente.
Todos los que tenemos empleados ahí hemos aceptado, e incluso promovido, un éxodo a estados norteamericanos más económicos con clima similar o más caluroso, como son Texas y Arizona. Ciudades como Austin o Phoenix ya llevaban años recibiendo empleados de empresas del Silicon Valley por culpa de su elevado coste de vida (a modo de ejemplo: una familia de cuatro miembros con ingresos inferiores a 120,000 USD anuales es considerada un núcleo familiar pobre en la ciudad de San Mateo, al sur de San Francisco, y tiene acceso prioritario al banco de alimentos, y a disfrutar de becas comedor y transporte escolar gratuito).
Si bien los socios y “decision makers” no abandonan el valle, el éxodo de personal cualificado ha abierto más interés por otros ecosistemas dentro de los Estados Unidos, como son Austin, Seattle u otros. Incluso este mismo éxodo está provocando cambios legislativos en los estados pequeños y centrales, como South Dakota y sus licencias bancarias crypto, para atraer inversión y personal cualificado.
Pero una vez el personal está en otra franja horaria y hay interés por otros ecosistemas, interesarse por ecosistemas extranjeros más económicos, como el de Barcelona, empieza a ser habitual. Por consiguiente, las start-ups de Barcelona pueden tener nuevas oportunidades con un coste mucho más económico al estar en el radar de corporaciones, empresas e inversores.
Sin embargo, aun estando en el radar, mis 15 años yendo y viniendo de Estados Unidos me confirman que Barcelona y sus start-ups no solamente deben competir por precio, sino que deben superar cuatro aspectos clave:
Desde Inlea, resolvemos las dos primeras claves: tenemos un programa específico para abrir oportunidades en el Silicon Valley sin necesidad de presencia física, y nuestros socios, abogados y equipo humano acceden a grandes empresas para introducir de forma adecuada las soluciones tecnológicas existentes en el sur de Europa.
La tercera la podéis leer en el libro “Innocities” de Miquel Barceló, Presidente de 22@ Barcelona entre 2004 y 2007 y actual miembro del Comité Asesor de 22@Network BCN. De todo lo que explica acertadamente sobre la creación de ecosistemas innovadores, está subyacente la importancia de sentirse orgulloso de formar parte de un ecosistema único como el del distrito 22@ de Barcelona, con sus virtudes y defectos. Si no crees ni participas de tu propio ecosistema, ¿cómo y porqué justificas que debes ir a otro?
Y para la cuarta clave, desde Inlea explicamos una y mil veces a los emprendedores de Barcelona la “triple hélice” de cualquier proyecto emprendedor:
Pero, sobre todo, verdad y confianza, nada de excusas y mentiras. Las primeras muestran debilidad y las segundas se deducen generando desconfianza.
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